¿Cómo presentamos nuestra historia?
El año pasado fui a un evento de Networking. Para esos encuentros lo ideal sería tener nuestro pitch o discurso preparado; ese abrebocas de nuestra historia, con la dosis de intriga necesaria, que hará que las personas quieran contactarnos una segunda vez.
Como iban a asistir más de 150 personas, a cada uno nos asignaron un número y la idea era contactar, días previos al evento, a los asistentes que uno quería conocer, para así agilizar la dinámica de la reunión.
Al final esto no se logró del todo pero aun en medio del caos, considero que el evento salió bien; además había vino y pasabocas gratis. En total alcancé a hablar, es decir, sentarme y conversar alrededor de 10 minutos, con 7 personas.
Días después me llegaron un par de E-mails de empresarios con los que no tuve oportunidad de conversar. Uno, ya no recuerdo su nombre, decía lo siguiente:
“Buen día:
Pongo a su análisis, como ingeniero y gerente de proyectos.
Gerencia de proyectos
Auditoría, interventoría
Desarrollo de software
Redes y comunicaciones”
“Qué hace esa persona?, ¿quién es?, ¿por qué quiere ponerse en contacto conmigo?”. Cuando vamos a entablar una relación de cualquier tipo, nuestra naturaleza siempre nos invita a estar prevenidos, pues queremos saber el beneficio que vamos a obtener y tendemos a pensar que quien se presenta va a ganar más que nosotros.
“¿Están interesados en ayudarme o sólo quieren venderme un servicio?” es algo que siempre me pregunto y cuando noto, como en ese E-mail, que solo quieren meterme un producto o servicio por los ojos, inmediatamente me convierto en una de las personas más escépticas del mundo y evito todo tipo de relación.
Esto ocurre porque de una u otra forma, necesitamos hacer parte de la historia que nos están narrando. Es necesario encontrar algún punto de conexión para sentirnos bien y encontrarle sentido a la narrativa que nos proponen.
También queda claro que para poder presentar una historia atractiva, que logre persuadir a las personas, lo ideal sería que quienes conforman nuestra audiencia fueran los héroes de la misma.
En el ejemplo que presenté, el texto se centra el yo: todo lo que esa persona puede ofrecer y lo maravillosa que es. Es posible que esto, de una u otra forma nos haga sentir mal, ya que con lo que nos plantean, es muy difícil relacionarnos. Esto a la vez hace que nos preguntemos “¿Cuál es mi papel en esa historia y como ayuda a evolucionar la mía?”
Al momento de elaborar nuestra historia y presentársela al mundo, resulta imprescindible evaluar cuál es el mensaje que queremos entregar con esta, pues muchas veces el afán comercial y de venta provoca más repulsión que atracción y no permite que las personas se ubiquen en nuestra historia y la encuentren relevante. Las historias permiten humanizar los negocios y a la vez nos ayudan a descubrir nuestra identidad; saber en qué y quién podemos confiar.
Imagen: vía iStock